Relatos del encuentro
Por: Carmen Ramos
Educadora Popular y Promotora de Economía Solidaria
Huasteca Potosina, México.
Un día te encuentras andando los pasos que guía La Madre Tierra, el viento sopla para que andes con la frescura en el rostro, la lluvia da vida a las flores de tu camino y el fuego se convierte en un abrazo de más de 1200 mujeres que se anudan para hacer la red más fuerte que pueda sostener la Dignidad, la Vida, la Rabia, la Digna Rabia… así Resisten la Red de mujeres hondureñas.
En esa Resistencia se cobijó el Encuentro en el que estuvimos inmersas por muchos esfuerzos al que le dedico mi sentir y mirar con el respeto al trabajo sabio, acorazonado y de gran esfuerzo que realizan sus manos.
Creo que mi posición es cómoda porque soy la visita, frente a la que se sonríe, pero tengo pinta de parienta, frente a la que se sincera y hasta se grita. Entonces, en estas dos versiones de mí: la de visita a Honduras y la de casa, de esa casa Mesoamericana, me deja ver un poco de lejos y un poco de cerquita.
Primero, impresionada de mirar este mar de mujeres en una ola que brinca, grita y ríe al mismo tiempo, sobre todo porque hasta las niñas y niños saben por qué se grita “Fuera JOH” a pesar de que este mundo es el único que han vivido, su instinto les hace pensar que hay algo más… seguro que lo hay.
Estoy muy conmovida porque la mayoría de las mujeres en cuanto descubrían que soy mexicana, me daban las Gracias, todo el tiempo, todas. Me decían, gracias porque estuve ahí y me trataron bien, Gracias porque mi hijo/hija/esposo/hermano/hermana anda o anduvo allá y les han ayudado mucho. Siempre Gracias, Gracias porque le ha ido bien a esa familia que se quedó en México, Gracias porque al pasar por México pudieron llegar a donde anhelan y ahora les ayudan a ellas que se quedaron… siempre Gracias. Resonó en mi corazón porque hace casi tres años que no había venido, en ese entonces, la gente me hablaba de algún familiar (casi lejano) que pasó por México o se quedó allá, a veces era como hablar de ese pariente del que te platican y una ni conoce, pero sabe que existe. Ahora me hablaban de familiares cercanos, hijos, hijas, esposo, hermano, hermana… de las que se quedan a resistir, de las que son conscientes, de las que aman la Tierra y saben lo que significaría vaciarla… ellas no han podido hacer que se queden, sólo han podido decir Gracias.
La vida autogestiva de estos espacios que naturalmente generaba un círculo alrededor de la guitarra y los cantos que las Misquitas reavivaron, picadas en el orgullo por las celebraciones garífunas y lencas… pues se dieron cuenta que no habían compartido desde su cultura y generaron un espacio para el cierre en el que compartieron lo que ensayaron a manera de “Taller”. Expresa dos cosas entonces, por un lado, lo que mencione como Vida Autogestiva de estos espacios y, por otro, la reivindicación de las culturas vivas, las identidades colectivas que construyen este tejido colorido de sabidurías.
Les comparto que echo en mi morral lo que les aprendí, el encuentro convocado abiertamente a quienes quieren ser parte co-creadora de este espacio que genera el compromiso del trabajo colaborado y reparte el esfuerzo para llevar esta lucha.